Ahumada con Agustinas

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La Paty, otra amiga.

Sábado, feriado judicial, sábado es igual a cero documentos. Andrea se ha planteado el rescate de la Paty, “otra amiga”. Su amiga, su hijo, su vida presente de separada y su pasado glorioso en la cordillera ecológica del gran Santiago, entre miles de hectáreas de pasto, lechugas, castaños, parras, piscinas, aves, silencio, intelectuales vecinos y guardias de seguridad.

Andrea sabe que en promedio una chilena tiene solo tres amigas, que ella está por encima de ésa media y, por eso, desde su separación es una persona equilibrada. Sabe además que los sábados tienen que ser especiales, hay que inventárselos y dominar el tedio, nadie puede escapar de la paranoia colectiva a partir del viernes. Es bien temprano y el Estero calmado es una charca grande que invita a salir de la ciudad jardín. Habrá miles de descripciones para el Marga-Marga, pero sin dudas la experiencia de cada habitante de Viña es una cuestión geográfica. La Paty arrienda en Avenida Marina un departamento cuya terraza y sala continúan en un mármol negro de agua. Separados solo por una calle el edificio neoclásico toma un protagonismo despampanante. A metros, atravesando el puente está el Casino. Abierto todo el día para las apuestas de los adictos residentes del barrio que piensan que se escabullen como turistas por la puerta principal evadiendo el pago de entrada y saludando a sus empleados cordialmente; los empleados excelentemente capacitados, también sonríen y simulan cercanía y complicidad con estos habitué que corren como niños en puntitas de pies hacia las máquinas milagrosas de neón bajo el efecto de la adrenalina, matemáticamente calculados, los saludos, el piso con paños verdes y el recibimiento con líquidos refrescantes, conforman un grato y acogedor ambiente. « Yo estoy haciendo el aseo, miro la hora de buscar a mi hija al colegio y parto. Solo llevo dos mil pesos, no más ¡y siempre voy con la misma máquina! Me la señaló un guardia súperpiolita y ahí saco dieciséis mil pesos más o menos. No más porque... se transforma en un vicio» Eso dijo La Paty, Andrea aceleró a ciento cuarenta kilómetros por hora. «Vives contra toda lógica, creo que estás más loca que una cabra» Y estaba en lo cierto. Hay mujeres que cargan con una separación y su vida se transforma, a la Paty, además le pusieron un incendio devastador en el camino. Su vida es contra toda lógica, y su relación con el Estero está en sintonía con esta forma particular de sobrevivencia nómada. Está el miedo de aquella noche cuando se topó con los chiguás en uno de sus puentes. Toparse con estos intrusos habitantes, que se han tomado partes de la ciudad cobrándole peaje a los que transitan de noche, es cosa de respeto. Zamarreada varias veces, tuvo que hacer de tonta, entregar su cartera, la plata, el celular, apretar cachete y partir. Todo lo lentamente rápido que le permitió su corpulento cuerpo. Luego, a fin de evitar ciertas amenazas y no experimentar la fría flotación decúbito abdominal en una orilla del mar, ella resolvió con una originalidad precipitada el tema de su seguridad. Un guarda espaldas, la protege por diez centavos de dólar. Él la vigila cuando se baja de la micro y la cuida hasta el departamento cuándo él, está en el puente. En la mañana y en la tarde este piojo urbano desaparece, «Mamita, mamita, yo la cuido» Le dice. « Mamita, cuando se le acerquen, apriete ahí no más» Le señala la vena aorta. « Apriete no más mamita y corra». Jura que no encontró otra salida, Andrea, le cree, su amiga está entrampada, aún así, le sobra temple. Para colmo de males, el callejón del “familiar” está muy cerca de su casa, el polvo del oro se esfumó y a orillas del Marga Marga, los siglos han traído otro polvo, en esta calle hay una sordera colectiva, no hay luz eléctrica nocturna ni intrusas cámaras de seguridad, su amiga pide al cielo la presencia de Batman. Los chiguás saben que los vecinos se han enquistado, reinan y administran en el callejón del “familiar”. Desprecian.


Por eso, de vez en cuando, Andrea Javiera, rescata a su amiga para que se ventile.
- Amiga, estamos llegando a Ventana.
- ¿Y?
- ¡Aire Paty! ¡Aire!

La Paty es una amiga cruel, a veces. “Ventana”. Sabe perfectamente que Ventana es también el lugar donde Andrea veraneaba con Rodrigo en septiembre. Cada primavera de septiembre en Ventana, se resume en campo, mar y en bosques retoñados de eucaliptos. Es un pueblo que coquetea con la industria, se resisten a perder su turismo, pero coquetean, dicen que no les queda otra, que este es el milenio del combustible y Ventana está para eso, para refinar y contaminar, solo que tienes que saber el camino del bosque para disfrutarla a plenitud.
«Pasas pisando suave para no espantar a las codornices, arrancas varias hojas de los retoños y los frotas duro con las manos, luego, respiras» El olor de las hojas de eucaliptos maceradas en las manos de Rodrigo y al fondo el mar, regresaron con ellas en la tarde del domingo, la hija de la Paty un siete. Ochenta kilómetros por hora. Andrea llega satisfecha, la Paty respiró.

Vienen muchos muertos…




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Dedicado a Patricia Segura, solo porque usé su nombre, mi amiga inventora de cuentos por montones y excelente artista plástica. Para que sigas escribiendo Paty, con mucho cariño y embullate a bailar.

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