En busca de los cabezas de pescado




Hace un tiempo, el primero de marzo del año 2001, en la próspera comuna de Las Condes, de la ciudad de Santiago de Chile, un señor, dueño de una sala cuna, se cansó de escuchar el llanto de un bebé de seis meses y no tuvo otra solución que taparle la boca con una cinta adhesiva y encima le escribió “soy un llorón”. Este señor es un homicida, así fue sentenciado por la jueza Blanca Rojas del 32º Juzgado del Crimen de Santiago que lo condenó a cinco años y un día de presidio efectivo, sanción que se aplicó también para su esposa, parvularia de experiencia, por no evitar la acción que puso fin a la vida del bebé.

Todos los padres dejan a sus bebés en la sala cuna para que los eduquen, no para que reciban castigos. Todas las mamás y papás suponen que cuando lo hacen, dejan a su bebé en una segunda casa, en un lugar de extrema confianza con profesionales que han sido entrenados y supervisados previamente.

Los padres del menor Sebastián Navarrete han establecido todas las acciones legales correspondientes y, en su dolor, han demandado no solo a estas dos personas relacionadas directamente con el hecho, sino también a los responsables de la autorización y supervisión de la sala cuna.

Los padres de Sebastián ya no tendrán más a su bebé con ellos y nunca recobrarán la normalidad y felicidad anterior en sus vidas, los padres de Sebastián son padres muy fuertes y dignos de toda admiración, son personas conscientes que no quieren para otros bebés y otros padres lo que sucedió con ellos, es por eso que los padres de Sebastián con mucha razón e inteligencia saben que hay que seguir con sus demandas en busca de los responsables indirectos, en busca de un fallo judicial que declare quienes fueron los cabezas de pescado, que no hicieron su trabajo porque esos, también tienen, indudablemente, su cuota de responsabilidad.

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