Una sola palabra

Ayer en la noche, tuve el honor de ser invitada por varias mujeres que son hermanas de fe en Cristo, o sea, son cristianas, a compartir unas lecturas de la Biblia. Yo por cierto, con mi pesada carga de materialismo dialéctico y mi educación a la cubana basada en la Filosofía Marxista Leninista y en mis rezos a la Virgen de la Caridad del Cobre, acepté la invitación y asistí con mucho agrado. Disfruté y leí en voz alta y pregunté de todo cuánto quise experimentando eso sí, una sensación de perfecta ignorancia que hizo que las horas se pasaran volando.

Al termino de esta velada, invité a estas mujeres a mi blog y les comenté que, había publicado en la mañana un cuento de ficción titulado “Gracias Señor por permitirme…” temía que fuera mal interpretado o se tuviera como escrito en un tono algo irrespetuoso, siendo que el tema central de mi cuento no es otro que narrar esa desagradable sensación de muchas embarazadas. Espero que ellas así lo hayan entendido.

Toda nuestra lectura de ayer, fue guiada por una hermana que advierto sabia y todo transcurrió en un tono respetuoso y de mucha autenticidad por parte de ellas, pero resulta que, esto de los textos en Internet, me lleva involuntariamente a introducir conversaciones relacionadas con el tema en todas partes, cual si fuera, vendedora de seguros (por supuesto, con todo el respeto que se merecen los vendedores de seguros) por lo tanto, antes de todo esto que les cuento, nosotras hablamos de “Puja Mamita, puja” y no recuerdo cómo, llegamos al tema de los nombres que algunas madres le ponían a sus hijos, provocando traumas en menores que, a veces, son insuperables a lo largo de la vida y que, incluso, son nombres que ni ellas mismas saben escribir o deletrear en un Consultorio Médico.

Concordamos que en la maternidad hay momentos de especial significado que trascienden el período de gestación, el parto y marcan a los hijos de por vida y que las madres no solo deben seguir las indicaciones de las matronas para tener un parto responsable sino también, el sentido común que nos indica que ciertos nombres no deberían ser inscriptos, velando como dice el principio que inspiró la Ley de la Familia, por el interés superior del menor. De ahí, surgieron algunos, yo rauda y veloz, tomé mi bolígrafo y entre risas me di tiempo para escribir estos:

- Rosa Espinosa,
- Elsa Payo Blanco,
- Elba Lazo Mata,
- O este que, parece sonar muy atrevido, Zoila Cuevas Huerta.

Por supuesto, que el sentido del humor en Chile no se queda solo en mencionar nombres, hubo un chiste muy simpático sobre el oxìgeno, se lo dejo a mi vecina para que, si quiere, lo cuente. Para terminar, quiero decirle a ésas hermanas solo una palabra: Gracias.

Viña del Mar, 30 de mayo a las 10 de la mañana.




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