Gracias Señor por permitirme

Tengo ocho meses de gestación, soy una mujer de 33 años, en esta larga espera para ir a la consulta con el doctor me traslado, a mi pesar, a través del mundo subterráneo de mi cuidad. Puede que esté en Madrid, o en Nueva York o, tal vez, en Sao Paulo, podría ser, solo sé que entiendo lo que escucho y leo, no estoy en Asia ni en África, además soy bilingüe. Estoy desempleada, sin fuero maternal, mi empleador me echó cuando lo supo.
Ya no me sorprenden los códigos del metro, pero me asquean los olores, los ruidos, el gentío, las apariencias de los ejecutivos, el mundo de las secretarias, empleadas del servicio doméstico, visitantes provincianos bajando y subiendo por la estación cargados de bultos, apariencias, cuchicheos, chiquillos en el piso, risas, apretones, ringtones, publicidad, graffitis, revendedores, guardias de seguridad, cobradores, mendigos escoltando entradas y salidas, y un ruido, siempre un ruido detrás, un sonido extraño, fabril, que viene de los rieles. La línea divisoria me parece segura, más no confío, en otros, en los imprudentes, me aparto de la línea, pero no puedo dejar este mundo, es el transporte más rápido, el más seguro, además soy urbana aunque no pueda comprender semejante definición.
Soy una futura madre no planificada. La píldora del día después, no la busqué, dudé, además siempre me pregunto ¿del día después de qué?. Recuerdo una canción, no es precisamente de esta ciudad pero me dice algo sabio, .. “chivo que rompe tambor con su pellejo paga”. Por Dios, casi revelo la identidad de esta mujer que soy.
Estoy llegando a mi destino, mi casa, donde seguiré siendo una carga para mi marido que me ama. Todo bien en la consulta, pero ahora todo es incierto, sigo con esa sensación y ese sabor extraño en mi boca, voy directo al refrigerador, por fin en casa; repito mis plegarias una y otra vez, mis pasos rápidos van en una sola dirección. Gracias Señor, gracias, por permitirme ¡mi batido de leche con chocolate!
nota: Esto es ficciòn.

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Sonido callejero: El joven del acordeón. Muelle Vergara.